ARTÍCULOS DE OPINIÓN

 

Crimen y política


La política es una actividad intelectual y social compleja, que re quiere un constante ejercicio de intelección de las posiciones de los otros, una pesquisa sobre lo que en cada momento es posible, una paciencia a prueba de tiempo, tenacidad para la defensa de los propios proyectos y al mismo tiempo conciencia de que, en todo debate democrático, la voluntad de lo que llamamos por simplificar el pueblo no es nunca una evidencia o una aparición deslumbrante, sino que suele ser el vector resultante de diferentes sumas y restas de voluntades parciales, que se producen simultáneamente sin que nadie pueda considerarse en línea directa y perpetua con la única y evidente revelación de la voluntad popular. Es por eso que a las diferentes porciones en las que se manifiesta, de una manera mas o menos organizada, una sociedad en su pluralismo las llamamos partidos. Son precisamente partidos porque representan una parte.

Todo partido que se vea como total es necesariamente totalitario.

El asesinato de Fernando Buesa y de su escolta nos hace evidente que algunos entre nosotros no saben hacer política. No se puede hacer política democrática desde absolutos, desde totalidades, con urgencias inaplazables, bajo la presión del crimen y la amenaza. La promesa de paz con la que nos habíamos ilusionado es ahora de nuevo cruelmente despreciada en aras de una visión de parte, una parte que se sueña a sí misma como una totalidad y que no reconoce otro discurso que el propio, una parte que no duda, que no asume ninguno de los puntos de vista ajenos, que no simpatiza más que consigo misma, que vive encerrada en una burbuja inmune a cualquier influencia, una parte que se permite disponer el papel de los demás hasta el punto de otorgarse el derecho sobre la vida y la muerte. El crimen con excusas políticas siempre tiene detrás un discurso que pretende justificarlo, darle una aceptabilidad. Así fue en 1933, cuando el nacional-socialismo perseguía o asesinaba a sus oponentes, o cuando el fascio italiano asesinó al parlamentario Mateotti; así es también ahora entre nosotros, cuando el abertzal-socialismo asesina a los ciudadanos que se atreven a resistirles políticamente.

Si creemos en la política, es que confiamos en la palabra, en la capacidad de dejarnos influir por los demás y a nuestra vez de influir en los otros a partir de valores que entre todos hemos convenido. La paciencia es una virtud política de primera magnitud, es verdaderamente revolucionaria y es la que nos enseña a persistir en el propósito, a mantener el tipo, a no cejar en el intento.

Como ya nos dejó dicho Platón en su República «en verdad existe dentro de cada uno, incluso en aquellos que parecen mesurados, una ralea de impulsos terribles y salvajes y desaforados, la cual de hecho se delata durante el sueño». No podemos permitir que esos impulsos se conviertan en el eje de nuestra vida social y política. El Estado de Derecho es precisamente un nivel de civilización levantado para evitar que ese lado salvaje de nuestros odios e impulsos terribles se convierta en ley social. La paz que nos garantiza el Derecho nace precisamente de la convicción de que ella es en sí misma un valor político primordial, un fin y no un simple medio. 

La paz que ansiamos no puede ser sólo una estrategia al servicio de ninguna ingeniería ideológica ni puede nacer sólo de un esfuerzo de nuestras instituciones políticas, si no que debe ser fruto también de una nueva dinámica social y nuevas actitudes personales. La arrogancia de los que se arrogan el derecho a matar no nos pone las cosas fáciles, pero no podemos dimitir de nuestra condición de ciudadanos y tenemos que continuar, con la paciencia cívica que en otras ocasiones hemos demostrado, haciendo evidente a todos que la muerte no es el camino.

Esta dinámica social por la paz es una exigencia que trasciende de lo político y se convierte en una necesidad moral y social. Cualquiera que sean las alternativas políticas que en el futuro se nos presenten como sociedad, es evidente que ninguna de ellas será satisfactoria si no se construye sobre un fondo de consentimiento generalizado respecto de valores básicos de respeto por la vida, los derechos humanos y la libertad de todos y cada uno de nosotros. Cualquiera que sea el País Vasco que vayamos a construir, no podrá hacerse contra la mitad de sus ciudadanos. Todos vivimos en el País Vasco cualesquiera que sean nuestros orígenes, nuestras sensibilidades nacionalitarias, ideológicas, religiosas o vitales y todos nos necesitamos para poder hacer una sociedad vivible. Es por eso que nos urge encontrar la manera de reconstruir entre nosotros alguna forma de amistad civil, ya que no puede haber convivencia democrática que merezca ese nombre sin alguna forma de reconocimiento del otro. 

Después de habernos permitido degustar, aunque fuera de una manera imperfecta, el gusto de la paz, volver de nuevo a la lógica de crimen político, de la bomba o el atentado es una tortura moral para todos nosotros que no podemos permitir, frente a la que nos tenemos que rebelar mediante el pacífico, pero decisivo, ejercicio de nuestros derechos políticos y de nuestra voz allá donde podamos expresarnos gritando: ¡Basta ya!

Javier Otaola
abogado
artículo publicado en "El Correo" el 24.02.00

 

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Globalización

 

La decisión del juez Garzón de abrir un proceso penal en España para enjuiciar los crímenes de lesa Humanidad cometidos por Pinochet en su alzamiento contra el Presidente Salvador Allende no es un acto caprichoso y arbitrario de un juez estrella como pretenden presentárnoslo algunos, sino que es un primer paso de un proceso con raíces mas profundas en el que una nueva conciencia planetaria está implicada.

Hablamos de la globalización en muchas ocasiones como si fuera un fenómeno meramente económico que afectara a los movimientos de capitales, a las turbulencias bursátiles o otros asuntos de índole estrictamente material. Pero no es así, la globalización, la aparición de una nueva manera de entender el planeta Tierra se está manifestando en todos los órdenes de lo humano. En su última encíclica - Razón y Fe - Juan Pablo II, por ejemplo, ensaya una consideración valorizante de las grandes tradiciones religiosas de la humanidad como los Veda y los Avestas, Confucio y Lao Tsé, los Tirthakara y Buda, que son mencionadas explícitamente en un documento papal como valores espirituales, lo que supone un ejercicio de humildad occidental al que hasta ahora no estábamos acostumbrados. Es un pequeño gesto que pone de relieve una gran transformación moral, intelectual y espiritual que va en línea con un conjunto de acontecientos que nos obligan a pensar ya en la emergencia de una especie de patriotismo planetario o global, que sin duda hará gozar en el Oriente Eterno al mismísimo Manolo Kant.

Gracias a esa misma conciencia, es cada vez más evidente que cada guerra, en cualquiera de los rincones del planeta es vista por la opinión pública mundial como una especie de guerra civil que a todos nos incumbe; en razón de esa nueva consideración de los conflictos no nos conformamos ya con simular hipócritamente la no-intervención como hicieron por ejemplo las potencias europeas con nuestra guerra civil, 1936-39, sino que muy al contrario nos inclinamos por alguna forma de intervención, gracias a lo que se ha llamado el derecho de injerencia, o lo que Mendiluce llama el " Amor armado".

En el ámbito de la justicia y específicamente en relación con determinados delitos, el pensamiento jurídico y la conciencia política universal ha producido nuevos instrumentos que constituyen, de alguna manera, una jurisdicción penal universal, aunque todavía no haya podido constituirse con suficiente apoyo un verdadero tribunal penal internacional, pero en todo caso ese conjunto de Cartas de derechos puede permitir su persecución en cualquier tribunal, sin tener en cuenta el lugar o la nacionalidad de la persona que haya cometido dichos crímenes. Esos instrumentos jurídicos son los que ha utilizado el juez Garzón para incriminar al general Pinochet: el Convenio de las Naciones Unidas de 9 de diciembre de 1948, la Resolución de la Asamblea General de Naciones Unidas de diciembre de 1973 sobre la persecución de crímenes contra la Humanidad, el Convenio Europeo sobre represión del Terrorismo de 27 de enero de 1997...

Pero no es sólo eso, son cada vez mas - España y Gran Bretaña, por ejemplo - los países que en concordancia con esos documentos internacionales prevén en su derecho interno la existencia de una verdadera jurisdicción universal que respecto a determinados delitos rompe frontalmente el ya anticuado principio de territorialidad, a saber: respecto del genocidio, el terrorismo, la piratería aérea, la falsificación de moneda, la trata de blancas y el tráfico de drogas (artículo 23 .4 de la Ley Orgánica del Poder Judicial). No se trata por lo tanto de activismo judicial o puro voluntarismo individual, nos encontramos ante la aplicación de verdadero derecho positivo.

Desde el horror nazi y estalinista existe un consenso universal que reclama una consideración también universal de determinados crímenes que o bien son especialmente odiosos por su crueldad o magnitud o bien están imbricados en su comisión con redes internacionales de delincuentes que hacen imperiosa su persecución universal.

El procesamiento del general Pinochet puede suponer efectivamente una nueva práctica judicial, una nueva cultura del delito y de su persecución, con importantísimas consecuencias para el reforzamiento de los derechos humanos; si efectivamente prospera la petición de auxilio del juez Garzón podemos estar seguros de que surgirán organizaciones internacionales de juristas o de afectados que van a plantear acciones análogas contra determinados personajes que todos tenemos en mente: cubanos, israelíes, palestinos...que tendrán que pensárselo mucho en el futuro antes de salir del territorio de sus respectivos países.

Sin ir mas lejos ¿ no hemos dado cuenta de que - aunque en España hayamos pasado la página - en el futuro, los terroristas responsables de las matanzas de Hipercor o de Vic podrían ser juzgados por otros tribunales distintos de los españoles en razón de la naturaleza terrorista de sus crímenes? ¿ Nos damos cuenta de que nos acercamos a una forma de entender la inviolabilidad de los derechos humanos que colocan su defensa por encima de cualquier consideración política?

La Globalización es en definitiva un proceso de transformación no sólo de nuestras formas de producción económica o de nuestro comercio, sino que afecta cada vez mas también al mundo de los valores, a la comprensión de lo justo y de lo injusto, a la percepción de lo sagrado, a la salud, a los usos sociales, los gustos, la naturaleza... en definitiva a todo.

 

Javier Otaola Bajeneta

Abogado

 

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Por una identidad transitiva

 

Como dice el profesor Andrés Ortíz-Osés en sus clases de antropología filosófica en la Universidad de Deusto "el punto de partida está partido, tenemos que aspirar a que el punto de llegada suture y remedie esa partición". Entre nosotros, es evidente que nuestro punto de partida está efectivamente partido en dos versiones de lo humano que se representan ideológicamente como intransitables: el Foro de Ermua y el Foro de Estella, la pertenencia vasca, matricial y comunitarista y la pertenencia española cívica y jurídica, el euskera lengua aglutinante y preindoeuropea y el castellano lengua flexiva y latina, Olentzero y los Reyes Magos etc.

En su último libro - De lo humano, lo divino y lo vasco - Andrés Ortíz-Osés incoa un pensamiento transitivo que nos permita circular en la totalidad de nuestra realidad social, política y simbólica. Se trata de llevar a nuestro pensamiento y sentimiento colectivo la hermosa idea que canta Ana Belén - también hermosa - en su canción "Contamíname"; se trata precisamente de contaminar los dos hemisferios de lo que somos, des-extremizando lo que aparentemente se presenta como irreductible y antagónico.

Tal y como están las cosas nada podemos hacer por la Paz, si antes no modificamos nuestro propio ser; frente a la pregunta leninista del "¿Qué hacer? " Andrés Ortiz-Osés nos lanza su " ¿Qué ser?" . Si seguimos empeñados en construir un ser colectivo, una identidad intransitiva, cerrada, inapelable, nuestro punto de partida seguirá estando partido, escindido en dos mitades yuxtapuestas, que se acechan para aniquilarse, quizá ya no fisicamente, si acabamos con el terrorismo, pero sí simbólicamente - fundaremos nuestra sociabilidad exclusivamente sobre un odio pacífico que nos permitirá dejar atrás la muerte y la destrucción de los años de plomo, pero como fundamento de nuestra vida colectiva es un fundamento raquítico.

Frente a eso Andrés Ortíz-Osés nos provoca a una mediación que suture esa partición, que nos haga a cada uno menos "de los nuestros" para ser cada vez mas "nosotros".

Es una propuesta difícil porque la inercia de la política partidaria que domina todo aparece todavía encastillada en posiciones e identidades cerradas, y esa cerrazón se transmite cada vez mas a la espontáneidad de la vida social de tal modo que todo parece regido por "el que no está conmigo, está contra mí": el que no siente o piensa lo vasco como yo, no es un vasco de verdad, el que no interpreta el logos democrático como yo no es un verdadero demócrata y así sucesivamente.

De todas formas quizá sea posible, después de todo algun remedio que permita el encuentro de esta sociedad desencontrada si pueden aparecer libros como el de Andrés Ortíz-Osés y sus propuestas llegan a tener algún eco entre nuestros hacedores de opinión. Si es así comenzaremos a darnos cuenta de que nuestro problemas que aparecen como políticos no son en última instancia sino metafísicos, es decir relativos al ser.

Ser es una palabra potente que nos complica muchas veces la vida; es a mi juicio una palabra excesiva, abrumadora, difícil, escurridiza paradógica ya que "el ser codice el no-ser": ¿Qué es realidad ser vasco, español, finés....? ¿qué supone ese "ser" de participación en una esencia determinada? Algunos de mis conciudadanos cuando dicen "soy vasco" o "soy español" o "soy riojano" parece que están diciendo algo que resume su identidad del mismo modo que cuando decimos " Lucky" es perdiguero o "Nessy" es un "schnauzer"; es decir como si esa esencia, ese ser revelara por sí sólo todo lo decisivo de mi identidad o de la suya. Esta forma del "ser" nacional parece quizá la lógica en un mundo ya histórico en el que la hostilidad y el antagonismo de las naciones junto a la relativa falta de porosidad de los Estados y las culturas hacía a los individuos manifestaciones clónicas de identidades colectivas anteriores y superiores a las pequeñas identidades personales. En un mundo mas estable, constituido por grupos humanos mas compactos el ser y sus derechos eran también colectivos, o sea pensados como fueros y franquicias referidas a gremios y corporaciones, estamentos y oficios, villas o ciudades pero no a personas individualmente consideradas. La aparición del individuo y el reconocimiento de sus derechos y posibilidades cambiaron radicalmente las cosas. Hoy cada uno de nosotros es legión. La pluralidad nos es consustancial no sólo colectiva sino incluso personalmente.

Paradógicamente en nuestras sociedades desarrolladas se han disparado las posibilidades de autodeterminación individual, lo que permite la construcción de identidades personales variadísimas, multiformes con "elecciones particulares" libérrimas en cuanto a opciones religiosas, o arreligiosas, sexuales, profesionales, gastronómicas, morales y estéticas, culturales y cultuales ...Yo mismo que no soy especialmente atípico adoro la comida china e hindú, leo literatura en francés e ingles, bebo vodka ruso y sueco, cerveza belga, me comunico a través de INTERNET con USA, Portugal, Belgica...me he inscrito en una parroquia anglicana, me hincho a escuchar jazz americano y barroco italiano, mi primera novia fue una surinameña de color chocolate, me he enamorado y casado con una mujer andaluza, me he comprado un pequeño apartamento en las Landas francesas, veraneo en Cataluña y Valencia, me entusiasma el cine made in Holywood, apadrino a un niño ecuatoriano, tengo a mis familiares difuntos enterrados en un verdadero cementerio marino en Bermeo pero también en Entre Rios ( Argentina) y cuando quiero hacer algo exótico lo que hago es ver una corrida de toros o un partido de cesta punta. Con este magma de intereses y solicitudes ¿ qué significa realmente identidad ? ¿ Qué tiene que ver mi/tu identidad por otro lado tan abigarrada y compleja con mi/tu proyecto político como ciudadano ?

En el mundo de hoy tenemos que aprender a ser de una manera mas transitiva mas congruente con nuestro existir.

 

Javier Otaola Bajeneta

Abogado

Artículo publicado en "El Correo" el 27 de enero de 1999

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