Llamámos con el mismo
                nombre, Luz, aquél aspecto que caracteriza la
                verificación de los fenómenos exteriores y
                también aquél que caracteriza los eventos
                interiores. Ciertamente no se tratta de la misma
                Luz. 
                Debería siempre estupir el hecho
                que se sea casi unanimemente de acuerdo en el dar
                el nombre de luz o de tiniebra a los
                aspectos de los fenómenos interiores, aspectos
                que, todavía, no son mesurables como aquellos
                exteriores. Este indefinible acuerdo universal
                propone una vez más, bajo un diferente punto de
                vista, la existencia de una objetividad interior
                que debería hacer refelexionar profundamente
                sobre la superficialidad de muchas afirmaciones
                dogmáticas que restringen la realidad objetiva a
                todo lo que puede ser medido. 
                El hecho que la Luz puede ser sujeto
                de valorización individual, por lo menos en
                relación a las tiniebras, puede costituir una
                base para reafirmar la importancia de la centralidad del hombre
                en la valorización de los fenómenos que atañen
                la existencia. 
                Quedando claro que los juicios
                personales son falibles, todavía es posible
                proponer una via de conquista de formas
                superiores y juicios imparciales, obtenibles a
                través de un duro trabajo de diciplina interior. 
                
                    
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