Conclusiones
El Estado es una síntesis operativa de las luchas de poder que mantienen los diferentes grupos sociales. Su dinámica interna y la orientación de sus políticas son el resultado de los procesos sociales de confrontación política y conflictos de intereses. El empoderamiento y concientización de los grupos excluidos son necesarios para proveer a estos un mínimo de poder de negociación en las arenas políticas. A la fecha, el movimiento de mujeres ha logrado avanzar en estos dos aspectos. Entre las mujeres se ha ido desarrollado una identidad de grupo que lejos de encontrar fundamento en una igualdad ficticia, se basa en la aceptación de las diferencias y en la clara disposición de llevar las propuestas a un debate propio de la lógica democrática que inspira nuestro sistema político.
Cuando la democracia no canaliza las propuestas de una parte importante de la sociedad civil, el movimiento de mujeres está en capacidad de romper el silenciamiento que tradicionalmente ha escudado al Estado contra posibles objeciones por falta de legitimidad. Las redes formales e informales que se tejen alrededor de temas como la violencia doméstica han tenido ya virtudes políticas que demuestran que las mujeres se han convertido en una fuerza política importante.
El movimiento de mujeres ha tenido una gran influencia en la aprobación de proyectos de ley que tienden a impulsar el pleno desarrollo de las mujeres y el respeto a sus derechos humanos, comenzando con la aprobación del derecho al voto en 1949 y concluyendo con la Ley de Violencia Doméstica en 1996. La posición predominante de las mujeres al respecto ha sido la de lograr "las leyes justas y necesarias" y no las "posibles y oportunas".
En el largo proceso de elaboración de leyes para amparar los derechos humanos de las mujeres, han existido iniciativas de ley proteccionistas que por lo general surgen de hombres o de diputadas sin conciencia de género que reproducen el rol que socialmente se les ha asignado como cuidadoras de los demás y veladoras de la salud y la vida de sus hijas e hijos u otros dependientes. Las iniciativas de ley que escapan a ese concepto encuentran todavía muchas dificultades para prosperar en el ámbito legislativo.
Nuevas estrategias parlamentarias como la unión entre mujeres y hombres de diversos partidos con fuerza política dentro del parlamento, ha logrado importantes resultados con proyectos que probablemente habrían encontrado mucha dificultad de ser presentados solo por mujeres. Al respecto podemos concluir la importancia del apoyo de los diputados en las iniciativas de ley que amparan los derechos de las mujeres, pero no podemos aceptar que estos asuman la representación política de las mujeres.
Es necesario aumentar la participación de las mujeres en el Parlamento y promover el ingreso de mujeres conscientes de las necesidades de las mujeres para ir eliminando el sexismo en toda la legislación, no solo en las leyes específicas para la mujer. Además, debe brindarse capacitación a los órganos técnicos de la Asamblea Legislativa: asesores parlamentarios y funcionarios de servicios técnicos para que incorporen la perspectiva de género en todos los proyectos de ley.
Finalmente, se pueden rescatar y analizar algunos ejemplos de participación de los movimientos sociales, como México y Bolivia donde recientemente se aprobaron leyes de creación de nuevas formas de interlocución de los grupos sociales ante los poderes estatales con miras a hacer verdad las aspiraciones de democracia participativa, a través de diversos mecanismos como el plebiscito, la creación de foros mixtos (sociedad civil y estado) y otorgando a la sociedad civil la iniciativa de ley.
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